“Marisa, es que tengo ansiedad por la comida” esta es, sin duda, una de las frases que más se repite en mi consulta.
Hoy te hablo de lo que puede haber detrás de esta ansiedad hacia la comida.
Atiendo a diario a personas que tienen una mala relación con la comida. Algunas de ellas han desarrollado un trastorno de la conducta alimentaria (TCA).
Otras, sin embargo, no cumplen criterios diagnósticos de un TCA, pero consideran que su forma de saber no es adecuada, que no saben cómo comer o que sienten que se descontrolan con la comida.
Suelen decirme que sienten ansiedad hacia la misma y que les cuesta parar de comer o que comen demasiados dulces… ¿Te pasa a ti también?
¿Por qué podemos sentir ansiedad por la comida?
La cultura de la dieta tiene mucho que ver con esto. Vivimos en una sociedad en la que estamos empapadas de mensajes de dieta desde que somos niños/as.
Esta cultura de la dieta nos dice qué, cómo, cuándo y cómo comer. Nos marca pautas que se van integrando como reglas fijas que debemos seguir si queremos tener el peso adecuado (en la cultura de la dieta el peso adecuado, o ideal como lo suelen llamar, es siempre estar delgados/as).
Pero, esto no es así. Muchas personas de forma natural no son delgadas, lo mismo que no todos son altos o rubios. Los cuerpos son diversos y un peso que es bueno para una persona, puede no ser saludable para otra (aunque midan lo mismo de altura).
Por eso, índices como el IMC (peso/altura al cuadrado) están totalmente obsoletos y no son un indicador válido de salud.
Esta cultura de dieta nos invita a restringir. Podemos restringir físicamente (no comiendo aquello que consideramos que no deberíamos) o mentalmente (comiéndolo, pero machacándonos por ello, pensando constantemente en comida, cocinando para otros, viendo recetas de cocina sin parar…)
La restricción aumenta el deseo. Aquellos alimentos que te prohíbes tomarán más fuerza dentro de ti. De tal forma que, si se te ha antojado un donut y no te lo permites, y al día siguiente lo mismo y tampoco. Llegará muy fácilmente el momento en el que ese deseo sea tan grande que te comas un paquete de donut entero.
¿Por qué? Pues porque para ti ese dulce estaba prohibido y, en el momento en el que no has podido resistir más y decides comerlo, te estás saltando una de esas reglas tan rígidas que te habías impuesto (condicionada por el entorno social/cultura dieta) y tu mente te dice “aprovecha” o “ya que te saltas la norma, pues de perdidos al río y ya mañana sí que sí lo haces bien” y cosas por el estilo.
Así que vemos que la principal responsable de esto es la restricción o, al menos, una de las grandes responsables.
La restricción genera ansiedad por la comida
La restricción hace que puedas consumir menos calorías de las que necesitas. Me encuentro a menudo pacientes que no desayunan y toman un almuerzo muy ligero y que me dicen que después tienen mucha ansiedad por la comida (o incluso atracones) a media tarde o a la noche.
Pero, ¿tú crees que si has desayunado un café y has comido una ensalada no es normal que a la tarde tengas esa “ansiedad por la comida»?
¡Claro que es normal! Pero, es que lo que tienes no es ansiedad, es sencillamente HAMBRE. Hambre porque apenas has comido nada en todo el día o no te has concedido ese antojito con el que llevas días en la cabeza. Y recuerda, lo prohibido aumenta el deseo.
Es importante revisar tus patrones. Muchas veces, al hacerlo en consulta, las personas se dan cuenta de que restringen sin ser conscientes.
Otra razón de esa ansiedad por la comida, tiene que ver con los hábitos. La comida da placer (así tiene que ser), nos acompaña, nos hace sentir bien. Por eso, a veces, cuando vivimos emociones intensas, podemos recurrir a la comida como consuelo y refugio.
Todos lo hacemos, a veces, es algo normal. Lo que lleva al problema es hacerlo cada vez que sentimos más fuerte. La comida dará ese alivio a corto plazo, pero a medio-largo plazo podrá suponer un problema si solo contamos con esa herramienta para la gestión de nuestras emociones.
Date cuenta, que, a lo largo del día, nos enfrentamos a muchos retos (más o menos grandes o importantes). Desde un enfrentamiento con un compañero de trabajo, tener que tomar decisiones, aguantar una cola en el supermercado cuando estás cansado/a y con ganas de llegar a casa… Situaciones cotidianas que nos van cargando poco a poco.
Si te has acostumbrado a recurrir siempre a la comida para sentirte mejor en el día a día, has hecho que esas conexiones entre neuronas se vuelvan muy potentes.
Es decir, ese camino neuronal está muy fuertemente construido porque se ha repetido muchas veces. Así es como se crean los hábitos, haciendo algo muchas veces y repitiendo, repitiendo.
Por eso, cada vez que emocionalmente estés alterado/a, triste o lo que sea, la comida va a ser tu primera opción siempre porque así lo has aprendido y porque, realmente, la comida te ha hecho sentir mejor, aunque fuera por unos instantes. Es decir, la comida ha cumplido una función.
La buena noticia es que no nacemos con los hábitos que tenemos, sino que los vamos construyendo como te acabo de decir. Así que, hasta el momento de nuestra muerte, podemos crear hábitos nuevos y modificar los que tenemos.
Si notas que siempre recurres a la comida para gestionar tu vida, es hora de ampliar repertorio para que puedas tener otros refugios más allá de ella. Así tendrás otras fuentes de placer y refugio a las que recurrir para gestionar lo que te está ocurriendo.
Si solo/a no sabes ni por dónde empezar, contacta conmigo y trabajamos juntos/as.
Soy Marisa Maza y tengo la suerte de poder ejercer, como profesión, mi gran pasión: la psicología.
Actualmente, llevo ya unos años con mi propia aventura emprendedora y dirijo mi propio centro de psicología en Bilbao atendiendo, tanto de forma presencial como online.
Mi compromiso es ayudarte a recuperar tu salud mental. Será un placer para mí acompañarte si así lo decides.