Tengo problemas digestivos

Tengo problemas digestivos y no quiero sentirme un bicho raro

Tener problemas digestivos o patologías digestivas te cambia, sin duda, la vida. Tras meses o, incluso años, llegas a un diagnóstico y, además, en muchas ocasiones no recibes la orientación necesaria para poder mejorar tu calidad de vida.

En este sistema no hay nutricionistas ni tampoco psicólogos suficientes para poder sostener el volumen de pacientes que necesitan ayuda tras el impacto psicológico de este tipo de diagnósticos haciendo que el paciente pueda verse desorientado, perdido, frustrado…

A esto se suma, muchas veces, la incomprensión por parte del entorno y la necesidad humana de encajar (ahora veremos más sobre esto).

Tener problemas digestivos

Cuando se tienen problemas digestivos muchas cosas cambian. Un pilar fundamental sobre el que hay que trabajar y, que mejorará tu calidad de vida, es la alimentación y sus patrones. Cambios no solo en lo que se come, sino también en cómo se come (comiendo más despacio, más consciente y gestionando las emociones que puedan surgir).

Poco a poco vas conociendo lo que te afecta más, se van identificando patrones, alimentos inflamatorios y toca ponerlo en práctica para mejorar. Y ahí llega otra gran dificultad que es la diferencia que esto puede marcar respecto a otras personas.

Quizá vayas a comer por ahí con amigos o a alguna casa de comida familiar y te toca explicar que hay ciertas cosas que no puedes comer porque te sientan mal y dañan tu salud. Siempre hay personas comprensivas y no invasivas que entienden y respetan y no hacen demasiadas preguntas, pero también las hay indiscretas y juiciosas que pueden hacerte sentir muy mal.

Por otro lado, está esa necesidad que tenemos los seres humanos de encajar, de no molestar, de querer ser como los demás… Esta necesidad es humana, no te sientas mal si la detectas a veces en ti porque todo ser humano la experimenta. Yo te invito a que la valides si aparece, pero que seas fiel a ti mismo y te cuides como mereces. Hay que intentar que esa necesidad no esté por encima de tu autocuidado y de tu salud, aunque sé que, a veces, es muy difícil.

En consulta, me encuentro muchas veces con personas que no saben qué hacer en estas situaciones ( y, de verdad, que lo entiendo porque yo también he estado ahí muchas veces). Les apetece hacer X planes, pero a la vez temen sentirse un bicho raro o ser juzgados. Esto hace que se obliguen a sí mismos a comer alimentos que de antemano saben que, muy probablemente, les sienten mal solo por “agradar”.

¿Qué podemos hacer ante esto?

Trabajar para tener herramientas que nos permitan poner límites a otras personas, incluso ponernos límites a nosotros mismos.

¿Cómo poner límites?

  • Una herramienta fundamental es la comunicación.

El problema digestivo nos lleva a extremos

Cuando se tiene un problema digestivo podemos caer en extremos que no son sanos. Un extremo es ser pasivo en la comunicación y, por miedo a molestar a que nos miren diferente, a rechazar un alimento que no nos cae bien, pero que alguien a cocinado con amor, no decimos nada y comemos como los demás pagando luego las consecuencias de ello.

El otro extremo es la agresividad. Estar harto de tener estos problemas y la frustración y sentimiento de injusticia que esto puede producir, hace que a veces se pueda ser agresivo verbalmente con el entorno y responder de forma desmesurada o borde viendo todo como un constante ataque.

También es agresivo “imponer” o atacar a otra persona con problemas digestivos sobre lo que está comiendo y hacer comentarios sobre que no debería hacerlo. Tenemos que entender que, cada persona, está en un punto diferente y hace (al igual que tú) lo que puede en ese momento.

El tercer tipo de comunicación que conviene practicar es la comunicación asertiva. Esta es aquella en la que, de forma clara y calmada, ponemos límites a los demás respetando así nuestro derecho a alimentarnos con lo que sabemos que nos sienta mejor y respetando, por supuesto también, las necesidades y decisiones del otro.

Por ejemplo, si estamos en una comida con otras personas y alguien insiste en que comamos algo, podemos responder “muchas gracias por ofrecerme, pero elijo no comerme esto porque sé que me suele sentar muy mal y no es bueno para mí”. Si la persona insiste, puedes repetirlo y, si sigue insistiendo, puedes retirarte de esa situación que te está dañando, yéndote a hablar con otra persona.

Siempre digo que toda situación puede traer algo bueno. En el caso de los problemas digestivos, puede servirnos para darnos cuenta de quién nos respeta y quién no a pesar de haberlo explicado mil veces y puede servir para dejar ir a algunas de esas personas.

  • Es importante también explicar (en mayor o menor detalle, pues no estás obligado a contar todo si no quieres) que estás atravesando por ese problema y que, por ese motivo, quizá haya sitios en los que no puedes comer y dar opciones de los que sí puedes a la hora de hacer una comida de grupo. Esto es cuidar de ti y responsabilizarte de lo que te está pasando. No es ser caprichoso, sino priorizar tu salud. Habrá quien lo entiendo y habrá quien no, pero tú no puedes controlar lo que otros piensen.

Los demás después son libres de decidir amoldarse e ir a un sitio que tú puedas ir o no cederán, pero eso es cosa suya. Si se amoldan, no te sientas mal por ello. También hay que dejarse cuidar y permitir que los demás hagan cosas por uno.

Espero que esto te haya servido. Una cosa es la teoría y otra la práctica. Soy consciente de que lo segundo cuesta mucho más de asimilar, pero date tiempo en tu proceso y empodérate tomando las riendas de tu salud. Siempre puedes pedir ayuda profesional en psiconutrición si te cuesta mucho hacerlo solo. Aquí estoy si así lo valoras.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.